Cuento Corto - De la existencia.

Encima de una cama sencilla, que había sido regalada por algunas mujeres de la iglesia a la que había pertenecido, antes de encontrar su verdadera vocación espiritual, no creer, se encuentra la ropa que acaba de bajar del tendedero; todo parece estar en completo orden, el plato sucio sobre el sofá manualmente tapizado, el cesto de ropa para lavar que por no tener dinero para el jabón no ha podido aun poner en la lavadora; sobre una pequeña mesa en el cuarto se encuentran algunos libros que no ha terminado, pero que siguen en la lista de posibles lecturas a futuro. Son las 14:42 pm de un 16 de diciembre, día de novena y a solo una semana de una navidad fría, austera y hostil que nuevamente le ha tomado sin dinero, lo cual realmente no le afectaría solo al pensar en aquellos cercanos, que ya no lo son tanto, a quienes debe algún préstamo.

La lluvia que cae sobre las tejas blancas traslucidas de la sala, intensifican aquel sonido que parece indicar que la vida es solo verano cuando hay dinero; el gris del día logra entrar a la habitación dando un ambiente mas triste, mas vacío y al mismo tiempo más inspirador. Con el sonido generado por la lluvia en el tejado, le despiertan deseos de tomar una siesta mientras suena de fondo Mozart, y todo este ambiente en conjunto le recuerda, extrañamente, esa hermosa película de la cual solo conserva algunas imágenes en su memoria: La naranja mecánica. Mientras escribe algunas lineas en su obsoleto portátil, de algún texto que sabe pronto abandonará, como ha hecho con tantos otros proyectos desde que tuvo uso de razón. Aun no entiende porque dicen que es un joven brillante, no hay pruebas de tal cosa, siempre habiendo atribuido esta buena fama a su capacidad diplomática de caer bien, que siente es una vocación actoral inexplorada que tampoco desea iniciar ahora.

Aunque también reconoce en su interior, que no es falta de capacidades, es falta de entusiasmo. Ha buscado todo tipo de razones para cumplir con los estándares sociales de los jóvenes de su edad: un titulo universitario, un trayecto laboral en una prestigiosa compañía e incluso una familia conformada, que en su visión, justifica el como desperdician su vida en trabajos sin sentido y proyectos consumidores de la energía vital humana. Su primera razón de vida fue dios, el invento de antiguas civilizaciones para explicar o bien lo que sucedía en el mundo, o mal lo que consideraban correcta moral, y que hoy es defendido por curas hipócritas y pastores indoctos que buscan fundamentar su vida en el anhelo de creer que saben algo, de lo cual nunca han estado seguros, pero que con la verborrea correcta puede llenar sus bolsillos justificados en la bendición divina. Este dios nunca le lleno, siempre supo que era una mentira, a la que dedico desde sus 14 años hasta sus 29 años de vida, tiempo durante el cual nunca temió dirigir su mirada al cielo y gritar a viva voz 'si eres hijo de dios, bájate de esa cruz', en esa mentira fundamentó su vida entregándose apasionadamente, y que ahora se había sido autoarrebatado, se siente por primera vez dueño real de su vida, responsable de sus propios actos y consciente de su realidad en el mundo.

Ahora sentado en un sofá, no puede evitar seguir escribiendo creyendo que tal vez así, llegue a un descubrimiento de la vida, algo que le cambie y le impela a actuar, algo que le llene de sentido, como tal vez había un algo que llenaba de vigor a Mozart mientras componía su Requiem in D minor. La vida, ese pequeño lapso de conciencia entre dos eternidades de inexistencia, como dijera el filosofo, parece solo adquirir sentido real para unos pocos hombres, aunque todos presumamos de ser felices con la miserable e impuesta porción que tenemos. Con pocas personas, por no decir que con ninguna persona, ha podido el joven filosofo a quien le duele la existencia hablar con sinceridad, bien podría ser juzgado como un pesimista desagradecido, o un loco incrédulo que poco realmente ha disfrutado de los placeres de la vida y la razón. Y nada mas lejos de la verdad, mientras la lluvia seguía golpeando el tejado, esta vez como si se hubiesen sincronizado perfectamente las gotas, las letras y las notas recuerda nuestro viejo joven algunos momentos; amigos que ya no están pero que supieron hacerle creer que darían sus vidas por escucharle seguir predicando;personas que recurrieron a él para buscar consejo, consuelo o apoyo; momentos de fama y gloria en lo social, emocional, laboral; viajes cargados de risas, tragos, comida e incluso la felicidad que tuvo con parejas que en su momento prometieron estar a su lado hasta que la muerte los separe y dios les llevara a la eternidad. Y todo este remolino de recuerdos, que su memoria evita profundizar en detalle para no dispersarse tanto, vuelven a él con la seguridad de una vida satisfactoriamente vivida, y tal vez por eso ahora le invade ahora tal dolor de la existencia, justo porque ha vivido y ha sabido vivir bien.

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